Era una atardecer de diciembre, el cielo teñido de un rojizo profundo, el calorcito de sol rosaba su rostro, el perfume arrastrado por el viento que recorría los campos y las flores; a lo lejos, una desteñida luna que intentaba tomar su blanco intenso; un corazón renovado, una sonrisa inquieta.
Camino perdida un instante, procurando encontrase en algún lugar de la historia que vagaba en su mente. Encontróse sentada frente a ese paisaje; toda las imágenes recorridas en su mente le han traído al presente, donde el sol se oculta y la luna aparece, donde la brisa besa su rostro y su sonrisa aparece.
Si, hay instantes que nos pintan el alma con nuevos colores...
ResponderEliminarSaludo enorme, Silvia. Que pases bonitos días.
Gracias Luna amiga. Bendiciones enormes para ti.
ResponderEliminarNo está mal que aparezca una sonrisa, al ocaso de un diciembre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Saludos Armando y gracias por pasar, leer y comentar.
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