13/8/12

Vidas

Callaron los grillos y el sol pelea con la luna, el humo sale de la hornilla y el olor al café perfuma el ranchito,  María revolotea su nahua al compás de la piedra de moler; mientras Manuel sentado bajo el tempisque afila su cuma y la observa.

La primer tortilla cae al comal y la mano menuda del pedacito de cielo jala la nahua de María, con ternura acaricia su rostro y la sienta en la banquita, -mama quiero café- chilla Maríita, Manuel sigue observando, se agacha y sonríe.

La tortilla mojada en el fondo del tiesto que solo cuenta con unos pocos granos de la cosecha que casi termina; una taza de café y el beso de María al principio de la vereda; así inicia el día de Manuel, a sus espaldas su razón de vivir, al frente el regalo de la naturaleza.

Llegando al sembrado su sombrero y su cuma lo acompañan; el sol calienta y el sudor moja sus ropas, el dolor en sus brazos es cada vez más fuerte, el sentimiento de amor que lo impulsa le pinta una sonrisa en el rostro; pero, el sol no mengua su furor, su estomago parece querer hablar y las fuerzas no dan más. Viendo al cielo sabe que es hora de partir.

Los perros ladran anunciando su regreso, los pies descalzos de Mariita corretean por el camino, salta y se le encasqueta a la cintura, él le pone el sombrero y la  niña grita -mama viene mi papa-. 

Murió la gallina pinta, el caldo despide el olor... el manjar perfecto después de cuatro horas bajo el calor del sol, la sonrisa del pedacito de cielo y la mirada amorosa de quien la trajo al mundo llenan su alma, mientras se mese en su hamaca bajo la sombra.

El sol ha perdido la batalla, la nahua y la piedra de moler bailan nuevamente su son, la llama de la hormilla alumbra el rostro de Manuel mientras espera con Mariita dormida en brazos; ha caido la noche, se escuchan sus voces en la oscuridad, desaparece la luz tenue del candil y entre risas y revoloteo se muestra la pasión... solo se escucha el cantar de los grillos, la negra noche inunda el valle.  





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